miércoles, 27 de diciembre de 2017

Emociones desenfrenadas.




Sentí dentro dardos
en aquella incómoda postura
de saber que estabas tan cerca
pero que nunca escuchabas
como lanzaba botellas de auxilio.

No veías dentro de mí.
Me sentí una más de cientos
cada vez que cruzabas la puerta
y me dejabas sola.
Tragando todo el agua derramada por el suelo.

Más que dolor
en mi costado
se clavaron puñales
de cada uno de nuestros besos.
  De los que ya no sabía ni cuáles era su sabor.

Esta vez no,
no me quedaré con las ganas
de decirte que mataste
todas y cada una de mis mariposas.


Que no me quedan ganas.
Me quedas tú.
Y esta extraña manera de odiarte,
más de lo que llegué a quererte
sin ser capaz de tocarte.

domingo, 19 de noviembre de 2017

Indomable.


Me duele,
me duele ver que te cortas las alas
cuando lo que quiero es verte volar como haces siempre.

Conmigo,
a mi lado.

Sonríes, 
y siento que me agarro 
un poco más a la vida que creía perdida.

Tu me la has devuelto.
En cada momento que me dedicas.

Pero no soporto que te golpeen,
una y otra vez,
hasta dejarte caer.

Y yo, 
que no puedo moverme,
no puedo golpear a la maldita realidad que la consume.

La veo morir, 
y me muero 
con toda la tristeza que la habita.

Veo su dolor, 
y lo doblo con otro tequila.

No me pidas que te suelte.

Abro mi pecho,
y le enseño también
todos mis golpes.

No estás sola,
no te dejaré.

Déjame que te enseñe
a golpear más fuerte.

Y no te olvides 
que estaré esperándote 
viendo como sales invicta 
de cualquier batalla.

miércoles, 8 de noviembre de 2017

Todo es mentira.


Estoy obligada a frenar.
A detenerte esta vez.
O me acabarás matando del impacto al que me arrastras.


Se me inundará el cuerpo de nuevas cicatrices
que crecerán cuando te vayas,
porque no me queda elección.

La sangre brotará hasta mi garganta
y me atravesara como un puñal
para evitar que siga cometiendo el mismo error de siempre: intoxicarme.


Sé que esto no funciona,
que no vamos a ninguna parte 
porque somos  un barco a la deriva.


Sigo perdiendo el control cada vez que atacas,
causando mis inseguridades.
Mis miedos.

Y con todo ello, acabo despidiéndome.

De ti.

De mí.


No te voy a pedir que aguantes,
que no me golpees más fuerte.


No quiero seguir siendo el pecho al que lloras,
si no te das cuenta de que este se rompe en pedazos.


Antes de que sea tarde, corre.

Huye.


Seguiré mintiendo por ti un poco más 
hasta que alguien testifique 
que sigo jugándomela 
teniendo las de perder 
para poder salvar(nos)te.

sábado, 4 de noviembre de 2017

A fuego.



Te voy a follar 
como nunca te han follado antes. 

Entrar dentro de ti. 
Poco a poco. 
Más lento.
Hasta que soy capaz de tocarlo.
Me miras hacerlo. 
Callada.
Sin apretarme más fuerte.



Te muerdes el labio,
y ya quiero correrme, dentro.
Diciendo sí, cuando yo digo no. 

No puedo pensar con claridad mientras te veo abrirte. 

Para mí. 

Para que me cuele 
entre tus pliegues
y quieras que me quede 
toda la noche.


Y no es cuestión de que no quiera, 
sino de que para que me dejes abrirte el corazón...

Hay que saber cómo y dónde tocar,
para que nunca más 
dejes de quererme.


miércoles, 25 de octubre de 2017

Kill em with kindness.



"Ya no es Madrid, 
ni cada una de sus calles, 
ni su recuerdo en mi cama... 
ni su olor en mi ropa,
ni más besos de mentira.

Porque eso fue: una mentira.

Mal contada por una boca que nunca ha dejado ese vicio. 
Ni de la que me quiero seguir alimentando cuando llegue el invierno. 

Me pedías que creyera en una realidad inventada, a lo que tú llamabas querer cuando se trataba de una patraña más de la colección de promesas, bragas y sonrisas rotas.

Hasta que llega un día en el que te das cuenta que mereces más de lo poco que te han dado. Abres los ojos y ahí está la hostia contra el suelo que esperabas, ahí está, y esta vez no dudas en aferrarte para salir de ese círculo vicioso; de la montaña rusa que no sabes controlar.

Aunque otros crean que no darán la talla, lo cierto es que cualquiera podría haber superado un listón tan mediocre.

Pero a mí, no me valía cualquiera. 

Sino alguien que supiera verme las cicatrices por dentro, y aún así,
me abrazara como una madre abraza a su hijo. Diciéndole que ya no hay miedos, que no te dejará solo... y que por mucho que duela, soportará contigo los puñales por la espalda.

Llegar a casa y ver que es tu hogar. Al que volverás siempre que necesites esconderte, llorar o incluso sentirte pequeño.

Que sea Domingo y sepa que tendrás un mal día si no te come a besos ya por costumbre.

Tengo el pecho abierto para ti, para que aprietes el gatillo de esa pistola y me des justo donde quiero que te quedes el resto de mi vida

Déjame ser tu bala perdida.
Tu amor aquemarropa.
El renglón torcido de Dios,
que no encaja en esta sociedad de cuerdos.

No quiero más, ni menos, quiero lo que tu me das.

Como cuando susurras  "me quedo cinco minutos más" y me hagas cinco minutos más feliz entre tus labios y tus piernas (dónde quiero ahogarme a mar abierto).


Eres el revolver que guardo en el cajón para que matar a todos mis monstruos.

Cuídalos... 

Y mátalos con cariño".

sábado, 14 de octubre de 2017

París se nos queda pequeña.



“Si te atreves, no me sueltes”.

Me abrazas
y el mundo lo siento un poco menos cruel.

No haces que tenga que disfrazarme, no tengo porque fingir cuando las cosas no me van bien; porque siempre vas a pillarme, tampoco me hace falta ocultar el miedo que tengo de que ya no quieras quedarte conmigo. Porque llegará ese día que rasques las paredes de mi piel más de la cuenta y verás que no tengo mucho que ofrecer para lo que te mereces.

Un par de besos por cada vez que me muera por verte.
Una cama dónde me pasaría la vida abrazándote.
Un café para mí… y para ti lo de siempre, una taza doble de Cola Cao.
Y que no se nos olviden las flores y corazones que tanto me haces odiar.

Te veo sobre mi cama y… estás tan guapa. Después de hacerte el amor, desnuda, sobre mí… con esa sonrisa que me hace agujeros en el pecho y… que paren el mundo que yo me bajo.

Me toca abrazarte… llenarte de besos, buscar mis partes favoritas de ti entre las sábanas…
¿Y si me das unos minutos de más y volvemos a querernos otra vez?

Quiero quedarme a vivir en cada segundo de ti.

sábado, 22 de julio de 2017

Que se mueran de envidia.



Complicado, como la vida misma. Esperando que todo vaya bien y al final siempre somos nosotros quienes hacemos las cosas difíciles. No queremos tampoco algo sencillo, pasajero ni roto.

Supongo que para que todos lo quieran tiene que ser un secreto por descubrir.

Porque cuando es exclusivo y único, es el centro de toda atención. 

Todos lo quieren. 

Reclaman.

Corrompen.

Hasta que se desgasta.

Y muere.

Entonces cuando intentas hacerlo revivir, te das cuenta que ya no queda nada.

Ojalá nuestras despedidas no hubieran sabido a besos con giros de cara. Ojalá que no te hubiera hecho llorar con mis cambios de humor y mis idas y venidas. Ojalá no haber provocado ese desgaste emocional que tanto pesa al subirte a la montaña rusa de no saber hacia dónde caminas o si vamos en la dirección correcta.

Quiero ver aún esa sonrisa que todavía me mata.

Mírame, y dime que ya no me crees.
Que no confías en mis palabras.
Que ya no puedo convencerte de que esta vez irá bien.

No hay equipaje, pero sí golpes de revés hasta acabar con todo.
Más siniestro de emociones.

Esta guerra que acaba.
Que ya no puedo mantenernos en pie.  

Te marchas, y que se mueran de envidia.
Por querernos y aguantar lo que dolió. 

Apaga el último cigarro.



sábado, 24 de junio de 2017

¿Cuánto tarda un corazón en olvidar a otro?





Los corazones no olvidan. 

Pueden sanar, remendar y lamerse sus propias heridas. Pero no olvidan. A veces, ni siquiera sanan. 

Y es que cuando se abre el corazón a alguien o se le entrega; cuando se ofrece, automáticamente se concede la libertad de que esa persona lo toque y lo cuide, o lo haga añicos. 

Puede que lo toque de forma suave y decidida; quizá tosca, pero no mala, y que lo haga bombear al mismo ritmo que el suyo propio. Quizá lo toquen unas manos inexpertas e indecisas, torpes y vacilantes que muestren dudas sobre cómo y de qué forma envolverlo, con miedo a hacerle daño, o a hacerse daño a sí mismas. O quizá lo toque una mano dura y le haga daño, y lo resquebraje y provoque una retirada con el corazón entre las piernas y el rímel corrido, con las bragas por los tobillos y el orgullo herido. 

Pero no olvidan. Se toque de la forma en que se toque; lo hagan las manos que lo hagan. No olvidan. Lo que hacen, lo que viven, lo que sienten... se queda en ellos y, automáticamente, en nuestro recuerdo. Permanece, y a veces grabado a fuego. No, cariño. No olvidan. Sólo se levantan, sanan y siguen latiendo. O se caen y no vuelven a levantarse nunca. 


Pero no es tu caso. Ni el mío. Quizá en algún momento los retuerzan y les causen daños. Quizá después debamos coser los rotos con aguja e hilo de recuerdos oxidados y una botella de alcohol para que no escueza tanto. Y no lo olvidarán; no lo olvidaremos. Recordaremos como esas manos lo acariciaron y aceleraron su latido con cada suspiro y con cada beso, y con cada sonrisa y con cada impulso de querer hacerse el amor hasta arañarse el alma. Con todo. Y entonces dolerá otra vez, pero nuestro corazón habrá aprendido a lamer sus heridas. Y cicatrizará, y entonces lo recordaremos de nuevo. Pero no con dolor.


No, así no. Nuestros corazones son corazones fuertes.

Texto: De alguien a quién siempre querré.

martes, 23 de mayo de 2017

Herida abierta.



La última noche, ya me estaba despidiendo de ti.
En aquel abrazo, sobre mi pecho.
Te decía adiós sin mirarte a los ojos, como lo hacen los cobardes.
Mentía como si no tuviera corazón, cómo si no me importaras.
Y te besé, antes de que la noche se apagara.
Como rendición a ti una vez más.
Hubiera hecho cualquier cosa para no retenerte conmigo.
Te quería feliz, sin mí.
Porque cometí el error de jugar con fuego y quemarte.


No quiero más incendios contigo sin leer la letra pequeña antes de firmar.
No he podido dejar pasar los días viendo cómo ibas a consumirte.
Ya lo decía Andrés: “Yo estaré sin ti, tú estarás mejor”.

A mí, aún me quedan mis dudas pasajeras.
La cicatriz.
La guitarra.
Y las letras que aún me faltan por coserme al pecho.

Prometí que te cuidaría, pero no quieras saber de mí.
Que si llueve, apareceré con el paraguas de emergencia.

Si algún día me preguntan sobre mis vicios, les hablaré de ti.
Y que aún te escribo.

Que sigues abriendo mis heridas porque te dejo tocarme el corazón con las manos.



martes, 16 de mayo de 2017

Que te salves, joder.


Mírame, cobarde.

Juraste no regresar y vuelves a tener un pie dentro de mi corazón.
Vuelves a querer hacer arder cada rincón de lo que tú llamabas “hogar”.

Vuelves… pero ya no te quiero, ni te necesito.

Nadie te enseña a evitar ese echar de menos,
A dejar de querer o a cerrar la puerta de un portazo épico.

A veces incluso nadie te dice lo que no quieres oír,
Porque creen que te hacen un favor.

Al final, todo eso aprendes a hacerlo sola.

Que mejor que tú, para salvarte la vida.

Y decir que te mereces algo mejor que un amor al que prostituyen a golpes.

Sálvate, joder.
Que los superhéroes no existen.

Y que si de verdad quieres enamorarte o querer a alguien…

Quiérete tú, porque nadie lo hará mejor.



jueves, 4 de mayo de 2017

Vulnerables.





No te acuerdas de nada. Ni si quiera te acuerdas de cómo has llegado hasta aquí.

No sabes sinceramente cuantos días y noches han pasado, no sabes ni cuantas personas han rodado sobre tu cama. Ni cuantos besos has malgastado ni cuantas falsas palabras habrás soltado por la boca y a quién, esa la cuestión. Sólo sabes que te sientes culpable, por no saber parar. Porque de esta forma evitas soportar todo el dolor que escondes en el pecho. 

No preguntas ni nombres a cada una de ellas, porque sabes que no las volverás a ver. Una… y otra… “¿me llamarás?” Cuantas veces habrás dicho eso. Cuantas jodidas veces habrás dicho “claro, no lo dudes”. Mientes. Siempre mientes. 

No quieres sentir, no quieres enamorarme. Te niegas a mí mismo a conducirte otra vez a ello.

Supongo que no puedes permitírtelo. 

Porque tener corazón, nos hace vulnerables.