La última noche, ya me estaba despidiendo de ti.
En aquel abrazo, pegado a mi pecho,
te decía adiós sin atreverme a mirarte a los ojos,
como hacen los cobardes.
Mentía como si no tuviera corazón,
como si no me importaras.
Y te besé, justo antes de que la noche se apagara,
una rendición más, entregada solo a ti.
Habría hecho cualquier cosa para no retenerte,
para dejarte ir y verte feliz, aunque fuera sin mí.
Porque cometí el error de jugar con fuego… y quemarte.
No quiero más incendios contigo,
sin antes leer la letra pequeña y entender el riesgo.
No pude dejar pasar los días mientras te consumías,
mientras te apagabas poco a poco.
Ya lo decía Andrés:
“Yo estaré sin ti,
tú estarás mejor.”
A mí todavía me quedan dudas que van y vienen,
una cicatriz que duele,
una guitarra callada,
y letras que aún debo coserme al pecho.
Prometí cuidarte,
pero no quieras saber de mí ahora.
Si llueve,
apareceré con mi paraguas de emergencia,
aunque tú no lo pidas.
Si algún día me preguntan por mis vicios,
les hablaré de ti…
y de cómo sigo escribiéndote.
No hay comentarios:
Publicar un comentario