lunes, 23 de julio de 2018

Paraíso se escribe con ven.



Tu cuerpo al gusto de mis manos sobre tu culo, tus dedos sobre tu boca llena de rabia y deseo; muérdelos bien y enséñame tus uñas reptar por mi pecho. 

No me puedo quitar esa imagen 
de ti 
en mi cabeza. 
No me olvido de tu cara 
y tus gestos 
disfrutando del estilo 
de domar fieras como tú. 

Y cuando suena, 
mira como sudas. 
Mira como entro en ti. 
Más. 
Más. 
Más.

Como cansarme de algo que siempre me tiene tensa en todos mis puntos cardinales. En todas las posturas en las que me necesita y necesito sentirla conmigo. Joder, pensarlo ya me pone cachonda. Esa es su magia, sus cadenas, mi piel, amarres a su cama para no dejarme marchar.

Me emborracho de su sexo 
y quiero rebosar 
hasta el límite 
de gemidos sobre mi boca. 

El tic tac del reloj es mi... 

Tengo el mono de ella a todas horas, tengo ganas de fumarme hasta la última gota de sus labios, bajar por su cuello, besar su pecho, morder sus pezones, zarandear su cintura, sumergirme en su monte de Venus.

Parar. 
Y dejarla ahí. 
Dejarla sentir lo que siento. 
Ofuscación. 
De no tener lo que deseo. 
Cuando no está. 
Cuando me falta. 
Puta dosis de morfina. 

Recuerdo sus bragas al borde de la cama y me vuelves a remover los nudos de debajo de mi ombligo. 

Me merezco un polvo de reconciliación (de los que llegan después de discutir por tonterías) y dejar que te coma la boca a besos hasta que me devuelvas las horas perdidas y olvide el porque he llegado hasta aquí. 

Todo esto sólo para decirte que... 

Paraíso, 
se escribe entre tus piernas.

Ven.


Todo va bien (que ironía).


Podría quedarme viviendo con ese cosquilleo por mi espalda cada mañana.

Alzar la vista y que estés ahí, recordándome cuál es mi sitio en la cama. A que huelo al despertar. A que saben mis besos una vez que pruebo los tuyos. A la costumbre de ser tu despertador personal.

Hoy he imaginado cómo sería olvidar todo. Como hacer desaparecer todos esos recuerdos en fotos. Pisar el suelo que ya nunca volverías a pisar. 

Me ha dado miedo y he vuelto a ti. Te he dicho al oído lo mucho que te he echado de menos y ni siquieras te has levantado aún. Sigues ahí, pero siento como si te perdiera. 

Esa escena no está en mi guión.

Te he mirado hasta que te has girado y has dado con mis ojos. 

Llenos de ti. 
De miedo incontenible. 
De vértigo.

He sonreído, 
todo va bien.

Piel rota.



Respiro la sensación de tristeza de la que muchos me habían hablado y de la que nunca antes había tenido el placer de conocer, pero esta vez,  siento como se derrama y me produce una enorme quemazón en el pecho.


Siento como recibo cada golpe, los hematoma bajo el costado, la costra seca de la sangre, la piel gastada de tanto llover sin que nadie pudiera verme.

Todos tan ciegos y sin luz dentro de esta cárcel sin barrotes.

El mundo está inundado de demasiada gente rota y poco lleno de la que nos recompone. De las que nos abren las camisas de fuerza y nos obliga a respirar, a no caer, a levantarnos y seguir luchando por salir a flote, sí,  como un barco acorazado.

Hoy me ha apetecido quitarme la máscara de cobrador del frac, de sicario, de traje y corbata, de militar, de soldado y sobre todo de actor de doblaje.

Quiero que veas 
que también 
soy débil y vulnerable.


Sí, lo soy. 
Lo somos. 
Estamos rotos. 
Estamos cosidos 
y remendados 
una y más de mil veces.



Guerreros de piel rota 
y maltratada
pero siempre 
con una muda 
en la que volver 
a renacer.

sábado, 7 de julio de 2018

Asfixia.



Esa jodida presión en la boca del estómago. 


Me sentía desnuda, abierta en canal; sin pretextos. 


Quizás, sentía tanto por dentro que ella era ese huracán devorando mi caja de pandora; mi corazón inestable, lleno de incertidumbres 
e inseguridades.

Le has dado sentido hasta a los recuerdos que sólo me dolían.

Encontré una sensación nueva dentro de mí, que sigo sin poder identificar. .


Era cómo si me estuvieran partiendo por la mitad desde dentro.

Me falta hasta el aire. 
Volvía esa sensación 
de asfixia en el pecho. 


Me dice ese "lo siento"
que no me puede hacer sentir peor.

Y no, no te vayas.
Tengo que decirte... 

Cariño, yo también lo siento. Siento haberme enamorado perdidamente de ti. Por hacer que mi cuerpo arda a 451° Fahrenheit y por hacerle saber que siempre ha sido tu casa, pero que todo esto lo hemos descubierto después de probar otras bocas.

Y ahora, hueles como quiero que huelan mis sábanas el resto de mi vida.