martes, 6 de noviembre de 2018

Desahucio emocional.



"Cierra los ojos y a ver qué pasa...".

Y pasa que no quiero ser la excusa
que utilizas para follar
y bajar la resaca,
ni el cigarro que te fumas tras el polvo.

Mis manos quieren estar sobre ti.

Quiero pegar mi boca
al extremo de la tuya.

Quiero mis dedos
por la parte baja de tu ombligo.

Déjame decidir el momento,
profundizar en tu laguna
y caer en la tentación
de hacer estallar tu volcán.

Aunque también me conformo
con ser ese abrazo
que acoplas a mi pecho,
como si fueras el escudo
que estaba esperando sentada
en la puerta de casa.

Has llegado como una brisa de viento,
de aire fresco para colarse por mis venas
y quitar la mala cara a los meses de invierno
que me han estado jodiendo demasiado.

Contigo me da por reírme (todo el rato)
hasta de los problemas
que eres incapaz de ver (porque no te dejo),
que me afectan y llevo por dentro.

Si supieras que me importa más
ver esa cara de felicidad
que verte a ti reanimándome
de un paro cardíaco
o un cortocircuito de los míos.

Tanta gente en el mundo
y yo solo te miraba a ti,
desde lejos,
sin que supieras
lo que guardaba en mi cabeza.

De las ganas que tenía
de hacerte sentir diferente
a cualquier otra persona.
De que tú eres más que una cara bonita
y unos labios de infarto.

La de veces que he imaginado
hacerte el amor (que no follar),
y después verte dormir a mi lado.

Caer rendida.
Sin escapatoria.
Y que ojalá
tú no pensaras
en huir de mí.

No me darías más opción
que la de susurrarte mil cosas
que no recordarías al despertar.
O llenarte de besos hasta sentir
que es suficiente para tu piel.

Me debes una ronda de sinceridad
para recuperar el tiempo
que me has hecho esperarte
viendo el circo que estabas montando
donde no debías haberte quedado.
Porque si te van a cuidar,
yo puedo hacerlo mejor.

Te veo sobre la cama
y quiero quedarme a vivir,
en tu pelo,
en tu risa,
en tus ganas escondidas.

Como si pudiera explicarte,
cómo si pudiera explicarme que ahora tengo que irme.

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