jueves, 8 de noviembre de 2018

Empty space.


 
Parar la rutina tiene efectos secundarios. 


Porque cuando ya no te dejas llevar por la vida,
todo tiene un tiempo limitado
hasta que explotas.

Vuelve el parche que tanto tratabas de taponar
entre cúmulos de cansancio.

El irte a la cama agotada para no pensar
es la excusa de no darte tiempo a asumir la realidad,
la propia ausencia de esa persona que decidió irse,
que decidió no quererte más.

Aceptar las cosas duele,
y duele más cuando tú no quieres
ni pararte a darte el tiempo que necesitas
para sacarlo de ti.

De meterte un día en la cama
y hundirte con tus pedacitos rotos.

No va a volver.

Aunque mi decisión sea otra,
aunque quiera tirar de la cuerda
y aparecer en su cabeza
o en su puerta: no puedo.


Sí, te quiero a rabiar.

Me asusta ver mi sinceridad 
sin un mensaje subliminal.

Y ahí entra la parte en que
si quieres a alguien,
lo quieres ver feliz.

Y quiero verte feliz
con tu locura y tu desorden.

No sabes cuánto te echo de menos.

Hoy debía de ser el día
de resolver mis dudas,
mis negaciones.
He luchado mi propia batalla
y la espada que escondía,
ha atravesado  mi eje definitivamente.

Basta de tapar agujeros,
de no exponerme sin coraza,
de no explotar
cuando lo he necesitado todo este tiempo.

No sé qué quiero de la vida,
o que me gustaría hacer mañana.
Reconozco que lo único que sí sé
es cómo me siento y que siento,
otra cosa es que trate de taparlo
cuando no quiera terminar de cerrar una historia.

Ya no quiero llenar este espacio vacío
de ninguna otra manera.

Ya no quiero mentirle a la gente,
ni a mis amigos,
ni a mí.

Sobre todo a mí.

No hay comentarios:

Publicar un comentario