domingo, 11 de agosto de 2019

Pornografía emocional.

image

No he visto imagen más hermosa que
esa curva que dibujas en mis labios,
ni la de tu cadera
estrellándose contra la mía.

Desde que llegaste,
miles de preguntas me asaltan,
porque te colaste en ese hueco inútil
y frío que a veces se pierde de sitio,
cuando un poco de calor lo atraviesa;
y aún no encuentro respuesta a las dudas
que con cada gesto me lanzas,
porque has vuelto a apretar esos miedos
que me impiden abrir las puertas
que me llevan más adentro de mí.

Siento cómo desciendes por mi cuello,
tus manos firmes tras mi nuca,
tu lengua explorando sin descanso;
no te cansas de verme sufrir.

Te encanta ese poder que te entrego,
mantenerte viva un instante más,
proclamarte reina absoluta
de mis miedos y mis incendios
que llevan tu nombre marcado a fuego.

Y no sabes cuánto me excita darte todo.

Mi villana más temida,
mi heroína más valiente,
mi jodido cuadro de Rembrandt.

Hazte un poco más la dura,
déjame lamer tus sombras.

domingo, 12 de mayo de 2019

Habitación 302.



¿Está bien perder la cabeza
cuando aún me persiguen recuerdos?

Me quejo de mis monstruos,
pero acabo invocándolos por su nombre,
llamándolos a regresar,
a buscarme en ese rincón
donde guardo quien fui:
alguien sin corazón,

que no sentía,
que no ardía al tocar el fuego.

Esa parte enterrada
desde que la conocí a ella.

Me quedo mirándome, otra vez,
en tus ojos,
buscando los míos
sobre esta almohada
que sostiene un pulso tambaleante.

Sé que no debo,
pero caeré.

Me asusta que ella tenga razón,
me asusta no poder detenerme
en esa boca que aún no he besado lo suficiente,
de la que quiero más.

Escuchar tus gemidos más fuertes,
más "sí" en mi oído,
más "joder" sobre mi boca,
más "no sabes cuántas veces lo he imaginado",
y ocultar lo que me enciende,
más "me voy a correr",
y querer que no pares.

Hasta que me agotes.

Me consumes las pocas fuerzas que me quedan.
Pero me besas de nuevo
y recuerdo por qué estoy contigo,
por este instante incómodo entre risas,
porque te sobra ropa y te falta tiempo.

Demasiado ruido en un momento:
alarmas, llamadas, gemidos, jadeos, risas...
Parece que el universo
no quería vernos así.

Me abrazas, me tratas como un animal indefenso
al que deseas...
aunque no sé qué creer,
porque mis inseguridades
me devoran por dentro.

Preguntas que golpean mi cabeza
mientras susurras con esa voz
que tanto me pierde,
ese "¿tenemos que irnos?"
acompañado de tu lengua rozando mi oído.

No busques mi punto débil,
no abras mi caja de Pandora.

¿Habrá quejas
o más besos la próxima vez?

Empieza a quererme o
termina de odiarme cuando vuelvas a verme.

Pero hoy, no,
no me mires más con ese corazón hambriento.

domingo, 28 de abril de 2019

Abril en Marzo.


Dime qué quieres a cambio de dejarme respirar. He sangrado hasta vaciarme, hasta sacarte de dentro, y sanar las heridas que dejaste. Borrar la imagen de tus manos apretando mi cabeza contra la pared, mientras te negaba mil veces, aferrándome a la idea de que volverías... Pero solo conseguí retorcerme en la noche, envuelta en canciones que llevaban tu nombre, apretando el vaso para cortar el dolor. Seguí jugando con la incertidumbre, como si fuera esperanza, y me quemé, cambiando ese dolor por besos baratos. Ahora solo quiero que todo termine. Que deje de ser abril, que no me pidas imposibles en este marzo que me oprime, que no acaba de ahogarme con sus días. Porque si supieras cuánto te odio, sería igual a la forma en que no puedo dejar de quererte. Me asfixias, me desbordas. Nunca debí construirte ese palacio, porque ahora no consigo derribar sus muros para que caigas del altar que te levanté.

jueves, 15 de noviembre de 2018

Cara y cruz.


Nacimos en medio de una tormenta
de circunstancias inesperadas.

Tú me desnudaste con solo mirarme,
y a mí me bastaron dos palabras
para ahogarte conmigo en este juego suicida.

No quiero saber quién toca tu cuerpo,
quién saborea esos labios
llenos de mi nombre.

Lo sé, sin duda.
Sé quién es tu nueva víctima,
pero no quiero mirar.

Me estrangulas con todas tus fuerzas,
y no entiendo por qué
vuelves a atravesar mi pecho,
lleno de cicatrices mal cosidas.

Te subes sobre mí,
y siento cómo te engrandeces
al saber que me tienes,
al saber que te deseo,
al sentirme completa contigo.

Echas la cabeza hacia atrás,
apoyando tus brazos sobre los míos,
inmóviles, doloridos, amoratados
por la presión de tus dedos.

Me sumerjo en el fondo del infierno.

Recibo golpes cuando me agarras el costado
y apuñalas,
apuñalas mis recuerdos
para volver a atarme
al hilo de tu cintura.

Pasas la lengua por el borde de mis labios,
pidiéndome más,
que hiera tu saliva aún más adentro.

Agarras mi rostro,
me obligas a mirarte a los ojos,
a no renunciar a ti.

Abro los ojos,
alzo la mano
y te aprieto fuerte el cuello,
casi acariciándolo.

Otra vez esa risa nerviosa.

Aprieto.

Caigo con mi pulgar sobre tu lengua
y vuelvo a besarte una vez más,
desafiándome,
dándome la voluntad
de no resistirme a caer
antes de verte morir.

Has expirado de mi piel
con tu último aliento sobre mi boca.

Quererte ya no se parece a una guerra.

Tus monstruos ya no habitan en mi cabeza,
ni carcomen mi corazón.

Aquí yaces, con todas mis caras
y mis cruces.
El resto es cosa mía.

sábado, 10 de noviembre de 2018

Delirio somático.


Siento la sangre desbocada en mis venas.
Me ahoga este deseo.
Me asfixia la incertidumbre.

No puedo respirar ni zafarme de sus garras.

Otra vez suena el despertador.
Vuelvo a escuchar ese pensamiento
que me recuerda que aún te echo de menos.

Pero no puedo dar un paso atrás,
no debo hacerle caso
a este corazón desequilibrado.

Una parte de mí dice sí,
ve por ella.

Y la otra susurra déjalo ir,
no te lo mereces.

¿No crees que mereces más
de lo poco que te dan?

Y en ese choque exploto,
entro en shock,
bloqueo de metal,
metástasis paralizadora
que invade todo mi cuerpo.

Cuento...
y en segundos
vuelvo a vomitar recuerdos
hasta perder el control
de mis emociones.

He dejado la habitación hecha un caos,
un charco de fragmentos
de la historia de tu cuerpo con el mío.

Amándose,
clavándose uñas,
mordiendo sábanas,
y estallando en catarsis
hasta reventar de risa,
esa risa que te escapa
al final de cada gemido,
después de correrte
pegada a mi cuello.

Meto los dedos en la boca
y sigo vomitando.

Tienes que irte de alguna forma.
Deja de hacerte daño.
Basta con una vez.
Para ya.

Odio la cruz que arrastro,
esta atadura sentimental a tu veneno.

No soporto la locura
de escribirte a todas horas.

Cállate, deja de mirarme con esos ojos, Salomé.
Deja de cambiarte de vestido
en otras camas por la noche, Roxanne.

jueves, 8 de noviembre de 2018

Empty space.


 

Parar la rutina tiene sus efectos secundarios.

Porque cuando dejas de dejarte llevar por la vida,
todo se vuelve un tiempo limitado
hasta que, inevitablemente, explotas.

Regresa ese parche que tanto intentabas taponar
entre montañas de cansancio.

Acostarte agotada para no pensar
es la excusa perfecta para no darte el tiempo
de asumir la realidad:
la ausencia de quien decidió irse,
quien decidió no quererte más.

Aceptar duele,
y duele aún más cuando no te permites
detenerte y darte ese tiempo necesario
para sacarlo de tu piel,

para hundirte un día en la cama
con tus pedazos rotos.

No va a volver.

Aunque mi corazón quiera otra cosa,
aunque anhele tirar de la cuerda,
aparecer en su cabeza o en su puerta... no puedo.

Sí, te quiero a rabiar.

Me asusta mi sinceridad desnuda,
sin mensajes ocultos ni excusas.

Porque amar también es querer ver feliz
a quien amas,
y yo quiero verte feliz,
con toda tu locura y tu desorden.

No imaginas cuánto te echo de menos.

Hoy debía ser el día
de resolver dudas,
de dejar atrás negaciones.

He librado mi propia batalla,
y la espada que escondía
ha atravesado mi eje por completo.

Basta de tapar agujeros,
de ocultarme tras una coraza,
de contener la explosión
cuando más lo he necesitado.

No sé qué quiero de la vida,
ni qué deseo para mañana.

Lo único que sé con certeza
es cómo me siento, y que siento,
aunque a veces intente esconderlo
para no cerrar esta historia.

Ya no quiero llenar este vacío
de ninguna otra manera.

Ya no quiero mentirle a nadie,
ni a mis amigos,
ni a mí misma.

Sobre todo a mí.

viernes, 5 de octubre de 2018

Eidética.


Estábamos ahí, sobre esa cama,
en esa habitación que siempre preparas a tu manera.
Te sientas encima de mí,
tus brazos envuelven mi cuello,
tus piernas abrazan mi cintura, como un koala
que nunca quisiste soltar de la selva,
para que siguiera jugando a su juego favorito.

Me miras y surge esa risa tímida.
Te miro y haces que cada mariposa en mi estómago
vuele desbocada.
Otra vez esa mezcla de vergüenza
y esas ganas profundas de besarnos.

Regresan tus ansias de tocarme,
de tirar de mi cabello hacia tu boca,
de explorar cada rincón que crees necesitar.

Tus labios vuelven a ser mi credo.

Tus ojos se encuentran con los míos,
y da miedo.
Me aterra todo lo que me haces sentir,
porque no puedo soportar otro cambio de marcha
sin cinturón de seguridad.
Pero esa boca rota me acelera a doscientos por hora,
y es la que curaría mis fracasos y dudas toda la vida.

Separo tus manos,
de mí,
de mi cuerpo.

Tengo que irme, no puedo quedarme.
No me grites lo que guardas en silencio.
No me llores en ese último abrazo.
Déjame vestirme,
darte un último beso,
escribirte una nota
antes de cerrar la puerta.

Joder,
sí que nos vamos a extrañar.

He vuelto a mis recuerdos porque
quería imaginarlo una vez más,
necesitaba recordarnos.
Necesitaba recordar
esas ganas de besarte,
de hacerte el amor,
el café...

Encontrarás a alguien,
quizás más guapa,
más alta,
más cerca,
con más ganas,
o incluso que
te entienda mejor.

Pero nadie te dará
un corazón con ventanas abiertas
y esas ganas de arrasarte,
sabiendo que puede perderse
en un laberinto.

Tendrá que desgarrar cada historia,
cada recuerdo, cada mala racha
que no sueles contar,
y deberá saber que a veces
necesitas exilio para volver a casa.

Te giras,
me das la espalda para vestirte,
antes de fumar ese cigarro
que nos consumirá,
de tanto habernos querido.

Y qué triste,
terminar una historia de dos
que no saben irse ni despedirse.

Dejo mi recuerdo frente a tus fotos y...
cómo duele(s).