domingo, 12 de mayo de 2019

Habitación 302.


¿Está bien perder la cabeza 
sabiendo que aún te persiguen recuerdos?


Me quejo de mis monstruos
y acabo invocándolos por sus nombres,
llamándoles para que vuelvan a casa
a buscarme a ese rincón
dónde guardo quién era:
alguien que no tuvo corazón.


Que no sentía.
Que no ardía tocando el fuego.


Esa parte que se enterró
cuando la conocí a ella.

Me quedo mirándome otra vez,
en tus ojos
buscando los míos
sobre esta almohada
que aguanta el pulso.

Sabiendo que no debo,
pero que caeré.





Me da miedo que ella tenga razón,
me da miedo no poder frenarme
en esa boca que no he besado lo suficiente,
y de la que quiero más.

Escucharte gemir más fuerte,
más "sí" en mi oído,
más "joder" sobre mi boca,
más "no sabes la de veces que lo he imaginado"
y oculte lo que me pone,
más "me voy a correr"
y quiero que no pares.


Hasta que me agotas.

Me consumes las pocas fuerzas que me quedan.
Pero me vuelves a besar
y recuerdo porque estoy contigo.
Porque este momento tan incómodo entre risas.
Porque te sobra ropa y te falta tiempo.


Demasiado ruido en un momento.
Alarma.
Llamadas.
Gemidos.
Jadeos.
Risas.
Parece que el universo
no quería vernos así.

Me abrazas y me tratas como un animal indefenso
al que le tienes ganas...
aunque no sé que creer,
porque todas mis inseguridades
me comen por dentro.




Preguntas que golpean mi cabeza
mientras te escucho susurrar con esa voz
que tanto me pierde
ese "¿tenemos que irnos?"
acompañado de tu lengua pasando por mi oído.

No busques mi punto débil.
No abras mi caja de pandora.

¿Tendré quejas
o más besos la próxima vez?

Comienza a quererme o
termina de odiarme cuando vuelvas a verme.

Hoy no,
no me mires más con ese corazón hambriento.


No hay comentarios:

Publicar un comentario