Y sin saber qué hacer conmigo, acabé encontrándote a ti. Encontré en ti esos pequeños momentos de felicidad que sigo coleccionando, como si fueran tesoros; encontré todas esas canciones que ahora nos acompañan, creando videoclips mentales que me hacen sonreír incluso en los días más grises. Al final, siempre consigues arrancarme una sonrisa, por mucho que te cueste. Y eso, precisamente eso, es lo que me tiene enamorada de ti: toda tú, con tu locura desbordada, con esa risa que contagia y ese caos tan parecido al mío. Podría acostumbrarme a ti las veinticuatro horas del día, los trescientos sesenta y cinco días del año. Despertarme y ver tus ojos mirándome como si quisieras quedarte en mí para siempre. Soy tan tuya, tan de ti, que no quiero volver a cambiar de piel. Te digo en broma que a veces imagino un futuro incierto, y ahí estás tú, sonriendo. Será porque así quiero imaginarlo: contigo. Siendo feliz al escuchar tu nombre cada mañana, viéndote prepararme el café antes de salir corriendo al trabajo, sabiendo que después podré llamarte solo para escucharte reír. Me gusta mucho ese futuro en el que nuestra magia sigue intacta. Y es que el tiempo se ha pasado tan deprisa… tantos días, semanas, meses, y ya casi un año desde que te conozco, que no me he dado ni cuenta del paso del calendario. Pero aquí sigo, existo, y estoy para volver a elegirte cada 7 de diciembre. Y no se me olvida lo felices que nos hacemos, porque no hay mejor equipo de rescate que el nuestro. Me has querido tanto, que ni siquiera necesitaste un manual de instrucciones —ese que tanto buscabas sin encontrar—. Con tu intuición, con tu forma de mirar, con tus abrazos que parecen hechos a medida, fuiste encajando cada una de mis piezas. Y lo lograste: me reconstruiste. Resulta que tu sonrisa es el lugar donde todo empieza a sanar.
Aquí no se escribe bonito, se escribe real: con fuego, con rabia y ternura desde la herida abierta y el deseo vivo. Este es un refugio para palabras que arden, cicatrices que hablan y un alma que no calla. Escribir aquí es sobrevivir, sentir sin miedo, vivir sin filtros. Si ardes por dentro, aunque no se note, este es tu lugar. Porque arder es mi idioma, y escribirlo, mi forma más honesta de existir.
miércoles, 12 de agosto de 2020
sábado, 18 de abril de 2020
Preguntas.
¿Y si algún día dejas de quererme?
¿Y si decides irte de casa y no regresar?
¿Y si dejas de mirarme con esos ojos que atraviesan mis laberintos?
¿Y si te hago daño y no logro perdonarme?
¿Quieres quedarte?
¿Me quieres?
¿Me extrañas?
¿Has vuelto a leer mis mensajes?
¿Has olvidado la primera vez que te besé?
¿Recuerdas dónde fue?
¿Te gustó?
¿Te lastimé?
¿Lo olvidarás?
¿Me olvidarás?
¿Dejaré algún día de hacerme preguntas?
¿Dejaré de buscar respuestas en ti?
¿Dejaré de sentir este miedo intenso a perderte?
Ahora, ya no recuerdo qué quería decirte.
sábado, 21 de diciembre de 2019
Salida nº 7
Toqué fondo y nadie vio que por dentro
yo no me encontraba.
A veces siento un vacío
que me llama a regresar,
pero no vuelvo por mí,
no escucho mi propia llamada,
ni las sirenas de alerta.
Me rompo,
me dejo caer,
esperando tocar aún más fondo.
Y en ese abismo que me consumía,
lleno de recuerdos,
golpes emocionales
y páginas arrancadas
de incendios descontrolados...
entonces,
un día que ni siquiera recuerdo,
apareciste tú,
bueno,
yo te vi.
Te vi hace mucho.
Y ahora no quiero dejar de verte,
ni de sentir estas ganas que me provocas
incluso sin tocarme,
porque tu risa
ya me mata,
ya me duele,
ya no controlo
lo que me haces,
mientras dejo
que vuelvas a coserme.
Helena de Troya.
Eres la contradicción hecha carne.
Llevas en la mirada una guerra
a la que me lanzas sin previo aviso,
y de la que intento huir
fingiendo no verte
entre tanta gente.
¿Cómo esperas que te entienda,
si lo único que trato de descifrar
es esa forma en la que me miras?
Esa forma en la que me buscas
aunque intentes alejarte,
y yo te vuelvo a encontrar
clavada en mis ojos,
esperando que los míos
te digan en silencio
que te dejes llevar.
Que te entregues
a estas manos
que arden como si el mismo diablo
me las hubiera dado.
Ahora todo tiene sentido.
Ahora comprendo
que Troya no ardió por una ciudad,
sino por una mujer
capaz de convertir cualquier campo de batalla
en cenizas con solo mirar.
Tengo una bala.
Adicta a las balas,
a las heridas que no cierran,
a los cristales rotos
y a incendios que nunca aprendí a apagar.
Esta jaula me queda chica
para tanto caos en la cabeza.
Y a veces me pregunto,
si algún día tendré el valor
de decirme toda la verdad
antes de que seas tú
quien termine por destruirme.
viernes, 13 de septiembre de 2019
El origen del hambre invisible.
Y cuando jugamos al escondite,
ese instante se vuelve mi refugio,
mi pausa tranquila
hasta que reapareces,
acusándome de no haberte buscado.
Pero eres tú quien siempre regresa,
trayendo en tus labios mis recuerdos,
mordiendo sin descanso,
susurrando que no me ponga celosa,
porque vuelves cargada de anestesia
y esa pornografía emocional
que tanto necesito para calmar
este hambre invisible,
vestida de deseo
que solo pronuncia tu nombre.
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