Aprendí que no todo tiene por qué tener un final degradante
o desagradable. Siempre detesté los finales por el mero hecho de que me dejaban
en un estado del que siempre, absolutamente siempre me costaba salir. De esos
finales en los que te ahogas y ni siquiera sabes cómo salir a la superficie.
Sí, en efecto, esa era la sensación. Pero entonces, sin más, una noche volteas
tu rostro y ahí está, alguien caminando a tu lado, con las manos en los
bolsillos, en silencio, diciendo nada y todo a la vez. Porque no hace falta
nada más, está ahí, sin hacer preguntas, sin dejar reproches, simplemente
caminando y vigilando que estés a gusto. Entonces entiendes que aunque la noche
haya sido común y normal será mil veces más diferente que todas las demás, será
una noche en la que recordarás a ese alguien a tu lado sin pedir nada a cambio.
Aquí no se escribe bonito, se escribe real: con fuego, con rabia y ternura desde la herida abierta y el deseo vivo. Este es un refugio para palabras que arden, cicatrices que hablan y un alma que no calla. Escribir aquí es sobrevivir, sentir sin miedo, vivir sin filtros. Si ardes por dentro, aunque no se note, este es tu lugar. Porque arder es mi idioma, y escribirlo, mi forma más honesta de existir.
martes, 11 de abril de 2017
jueves, 26 de enero de 2017
Legítima defensa.
El mayor crimen de la historia estaba a punto de ocurrir en esa habitación. Pero el verdadero delito se cometió el día que nos conocimos.
Mi cuerpo se mantenía firme contra la pared, pero mi mente no. Mis ojos se clavaban en la mesa donde reposaba una pistola 9 mm. Tenía que tener sangre fría para disparar, más aún para apuntar a un blanco humano.
Y entonces, en los minutos siguientes…
Ella entró en la habitación.
Cegada por la esperanza, creí que retrocedería. Pero no. Ella nunca pierde.
No aparté la mirada, ni ella tampoco. El silencio era pesado, hasta que ella se sentó con un gesto de aparente paz. Me miraba, y sin tocarme, lograba arrancarme el corazón con solo la mirada.
Fría y a la vez frágil.
Capaz de desnudar el alma en tres frases.
Y en ese instante, ya eras suya.
La mejor pieza en este juego de ajedrez.
Las dos frente a frente, con la 9 mm en medio. Pero solo a mí me importaba esa arma. A mí no me temblaría la mano para disparar y destruir el corazón de una asesina, una mentirosa de película que me había robado todo, que me había hecho sangrar y me había dejado tirada sin importarle cuánto podía soportar el dolor.
Y ahora, era mía. A solo una bala de enseñarle lo que es el verdadero dolor de una perforación.
Nos mirábamos fijamente, sin sentir nada ya. Sus ojos no transmitían el cariño que una vez anhelé encontrar. Solo pensaba en dispararle en la sien y acabar con todo. Luego, diría a la policía que fue en defensa propia, como última opción.
Mis manos se acercaron a la pistola. Conté las balas, cerré el cargador. Puse mi dedo en el gatillo, apunté a su frente, casi tocándola. Ella me miraba sin moverse, sin mostrar miedo. O quizá lo ocultaba. Yo, en cambio, sentía el pulso temblar y el sudor correr mientras estaba a punto de apretar y poner fin a su vida.
Una voz interior me decía que no era correcto, que era una vida humana. Pero otra, llena de rabia y odio, me ordenaba disparar y no mirar atrás. Y recordarme que yo no era la asesina.
Empecé la cuenta atrás... 3... 2... 1...
Nunca llegó a cero.
Disparé. Solo se oyó el clic.
No había balas. Ya me había encargado de eso.
Solté el arma sobre la mesa y crucé los brazos.
En menos de un minuto, ella se levantó, se colocó detrás de mí, cerca de mi oído, y susurró con su risa tan familiar: "Has vuelto a fallar".
Y sonreí.
jueves, 22 de diciembre de 2016
Te hiero mucho.
—
A veces, al escribir un guion, resulta difícil
saber cuándo parar. Has llegado al final, pero no te das cuenta. Y sigues… y
sigues… intentando dar con el final perfecto. Y solo consigues estropearlo
todo. Mi historia con ella acabó hace tiempo, y no supe ver el final—soltó un
leve suspiro, encogiéndose de hombros a
los pocos segundos.
—
¿Y qué pasa con nuestra historia? —respondió
ella.
—
Deberíamos seguir escribiéndola, a ver dónde nos
lleva…
—
¿Hay reglas? —preguntó. Mirándola a los ojos, de
manera más intensa, como si hubieran pasado meses y hubiera estado echándole de
menos.
—
No, solo sigamos jugando—Dejó ver
una sonrisa que se dirigía hacia su boca.
miércoles, 14 de diciembre de 2016
Defectos, pero sólo los tuyos.
—
¿Sabes que es lo que más me gusta de alguien?
Sus defectos
—
Pues te vas a enamorar locamente de mí
—
No, me lo prohibiste ¿recuerdas? Era peligroso
—
¿Encima me escuchas cuando hablo?
jueves, 8 de diciembre de 2016
¿Jugamos?
—
¿Te gustan los parques? Porque a mí sí, es
emocionante como un niño se acerca a otro y le dice: “¿Jugamos?”, y se ponen a
jugar —dijo. No sé, cuando te vi pensé que querías jugar conmigo. ¿Jugamos?
—
¿A que jugamos? —respondió él.
—
Eso es lo que nos diferencia de los niños. Ellos
siempre quieren saber a qué están
jugando. Pero tú y yo, vamos a descubrirlo mientras jugamos —Dirigió su mirada
hacia la taza de café que sostenía en sus manos.
—
¿Cuánto va a durar el juego? —Se aproximó más
hacia el cuerpo de ella, casi intimidándola.
—
Hasta que nos aburramos—se mordió el labio
inferior, limitándose a mirarle.
—
¿Hay reglas?
—
Sí, hay reglas. No quiero que averigües nada
sobre mí. No quiero que sepas quién soy. Así que nada de teléfonos.
—
¿Algo más?
—
Te gusta ir poco a poco, a mí no. No me gusta
perder el tiempo. No quiero rodeos ni silencios incómodos. Así que si te
pregunto algo, me respondes en el acto.
—
¿Y si no me da la gana? —dijo él en tono burlón.
—
Miénteme, mentir es mucho más divertido y
creativo que decir la verdad. Yo confío mucho en la mentira. Como dijo alguien:
la mentira siempre dice la verdad.
—
¿Quién dijo eso?
—
Yo, hace dos segundos —respondió ella.
—
Muy bien, te mentiré. ¿Alguna norma más?
—
Sí, la más importante. Pase lo que pase, no te
enamores de mí —Ella se volvió hacia su bolso para ir recogiendo sus cosas,
tenía prisa.
—
¿Es peligroso? — preguntó él en tono misterioso,
observando los movimientos de ella.
—
Sí, mucho —afirmó ella.
—
¿Para mí o para ti?
martes, 6 de diciembre de 2016
Desconocidos.
—
No me digas tu nombre, no quiero saber cómo te
llamas —dijo ella.
—
¿Y eso? —dijo él mirándola.
—
Porque no quiero llamarte como te llaman los
demás —Ella se volvió para que no viera su sonrisa—.
—
¿Por qué?
—
Porque te quiero poner un nombre que signifique
algo para mí. Y tú harás conmigo lo mismo. ¿Crees que estoy loca? —preguntó
ella.
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