—
No me digas tu nombre, no quiero saber cómo te
llamas —dijo ella.
—
¿Y eso? —dijo él mirándola.
—
Porque no quiero llamarte como te llaman los
demás —Ella se volvió para que no viera su sonrisa—.
—
¿Por qué?
—
Porque te quiero poner un nombre que signifique
algo para mí. Y tú harás conmigo lo mismo. ¿Crees que estoy loca? —preguntó
ella.
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