Me gusta que me provoques.
Me gusta sentir tu saliva inundando mi boca,
rendirme a tus pies
y dejar que me hagas tuya.
Descubrir que, incluso en silencio,
somos fuego,
y nos volvemos ceniza en los brazos de la otra.
Tienes todo lo que nunca busqué
y ahora no sé cómo vivir sin ello.
Tus besos húmedos,
que me sacan sonrisas tontas.
Tu lengua,
desafiándome a guerra.
Tus manos,
colándose bajo mi ropa.
Tus piernas,
enredadas en mi cintura
como si no quisieras soltarme jamás.
Y me pides otra vez,
otro asalto,
otra entrega.
Gimes justo lo que me derrite,
muerdes donde me vuelvo débil,
y me arrastras directo a tus trampas.
Eres mi reina mora,
mi diosa del Olimpo.
No puedo, ni quiero, resistirme a ti.
No sé cómo frenar
a este corazón salvaje,
que late torpe
cada vez que te siente cerca.
En un mundo lleno de máscaras,
quiero que seamos dos bichos raros
a las que todos miran,
pero a las que nadie realmente ve.
Sé que eres hogar.
Eres el lugar donde vuelvo
a encontrarme y perderme,
aunque mi naufragio no cese,
aunque mi caos no tenga fin.
“Como un vicio que me duele,
quiero mirarte a los ojos
y besarte hasta morir.”
Qué bonito es el amor cuando es correspondido. Si no es así, en algún lugar del mundo, un cura sodomiza a un monaguillo.
ResponderEliminarLas conexiones existen, a veces tardamos mucho en encontrar la nuestra, pero al final, todo llega. Muchas gracias por dedicarme tu valioso tiempo. Te mando un abrazo muy fuerte.
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