sábado, 4 de octubre de 2025

A veces el dolor no grita


A veces el dolor no grita. 
Se queda ahí, 
quieto, 
detrás del pecho, 
respirando conmigo.

No hay día que no lo sienta, 
pero he aprendido a no pelear tanto con él.

Al principio crees que el tiempo lo cura todo… 
pero no, no se cura, se acomoda.

Aprendes a vivir con el hueco, como si fuera parte de ti.

Hay mañanas en que me despierto y parece que todo pesa más.
No hay motivo, 
no hay aviso. 

Solo la tristeza que llega sin permiso.

Y está bien. 

Ya no me asusta sentirme mal.

Hay días en que no podré con todo, 
pero lo haré lo mejor que pueda.

Porque seguir adelante no significa que deje de doler.

Significa levantarte aun cuando el corazón se niegue.
Significa sonreír un poco, 
aunque por dentro todo tiemble.
Y eso, creo, también es una forma de amor.

Sigo.

Con heridas, 
con cansancio, 
con esperanza a medias.
Pero sigo. 
Porque no sé hacerlo de otra forma.
Porque incluso con el corazón lleno de grietas, todavía late.
Y eso, supongo, también es vivir.

martes, 30 de septiembre de 2025

Burning Wild


Te encuentro y el mundo se quiebra.
Tu piel me reclama como si nunca hubiera dejado de hacerlo,
y cada roce despierta todo el tiempo que estuvimos separadas.

No hay suavidad:
mis manos te atraviesan,
mi boca te devora,
mi deseo se clava en ti como cuchillo en carne viva.

Nuestros cuerpos gritan antes que nosotros.
Cada beso rompe silencios, cada roce trae recuerdos,
cada gemido es un pacto que no pudimos decir antes.

Te busco como se busca la vida
y te encuentro en cada escalofrío, en cada latido,
en cada grieta que el tiempo no pudo cerrar.

Amor y deseo se confunden hasta volverse uno:
nos arrasan, nos reconstruyen,
nos hacen sangrar y vivir al mismo tiempo.

Nada ha cambiado: todo estuvo aquí, esperando,
y ahora nos consume, nos quema, nos devora,
hasta que no queda miedo ni silencio,
solo este fuego salvaje que nos mantiene vivos,
que nos recuerda que te he echado de menos
como se extraña la sangre,
como se extraña la vida.

Y si el tiempo arranca todo lo demás,
si tu voz se disuelve en el aire
y tu rostro se vuelve un recuerdo borroso,
lo único que no sabrá desaparecer
es este amor implacable,
crudo, paciente, indestructible,
que no se transforma ni cede,
aunque yo misma me canse de sostenerlo.

lunes, 29 de septiembre de 2025

42°51′34″N 8°39′01″O

Quizás eso es amar:
quedarse aun sabiendo
que no habrá un final feliz,
pero que en ese instante suspendido
todavía hay algo que nos une,
algo que no muere. 

Puedo verte irte,
puedo sentirlo,
pero elijo quedarme
en este vacío,
como quien prefiere morir lento
antes que dejar de amar.

Nos perdimos hace mucho,
pero no importa lo que digan los relojes,
los destinos,
las mil veces que nos herimos.
Aquí estamos,
en el mismo punto,
en el mismo maldito lugar
que no sé si es azar
o si lo llaman destino,
pero quema igual.

No es que no pueda irme,
es que no sé si lo haría.
Sería como arrancarme la piel
y quedarme vacía.
Es doloroso, sí,
pero en este dolor
aún encuentro algo
que no quiero perder.
Este amor es una maldición,
pero al menos en él me encuentro,
aunque me mate.

Elijo esta tortura,
elijo quedarme,
aunque tú ya no estés,
aunque sigas aquí,
pero de otra forma.
Tal vez no haya otra opción
más que dejar que me consuma,
que me desgaje
y me deje en este sitio
donde te sigo queriendo
a pesar de que ya no eres mía.

Quizás eso es amar:
quedarse aun sabiendo
que este dolor será lo único que me quede.
El único que me duela,
y el único que aún me recuerde.

 

Hambre de ti



Te quiero como quien muerde para no perder,
como quien corre desnudo bajo la tormenta
sin pensar en refugios.

No hay lógica en lo que siento,
no hay calma, no hay cálculo.
Es puro instinto:
el cuerpo reconociendo al cuerpo,
la sangre buscándote
como si tu nombre estuviera escrito
en cada vena.

Es un amor que no pide permiso,
que arrasa, que se impone.
No se queda esperando,
no se conforma con migajas.
Te quiere entera,
con tus sombras, tus ruinas, tus silencios.
Te quiere como la tierra quiere al fuego:
aunque se queme, no puede soltarlo.

Yo no elegí este deseo.
Me eligió a mí,
me atravesó los huesos, la piel,
y me hizo pertenecer a ti
como si no existiera otra salida.

Y si algún día intentara arrancarlo,
no quedaría nada de mí.
Porque este amor no es palabra ni idea:
es instinto puro,
es hambre,
es la fuerza brutal
de reconocerte como destino.

viernes, 26 de septiembre de 2025

Heridas que aman, amores que matan


Han pasado 2.953 días
desde aquel julio que no termina.
Cada amanecer la encuentra
con el mismo recuerdo encendido.

Las palabras no la dejan.
Arden en la lengua,
y ningún silencio consigue apagarlas.
Necesitan salir,
aunque nadie sepa qué hacer con ellas.

Pensaba demasiado.
Era ingenuo creer
que en su vida
quedara un espacio
para lo que nunca supo dar.

Hubo errores.
Hubo torpeza.
Hubo la ceguera de quien ama
y, sin querer, destruye.

No faltó el afecto,
faltó saber recibirlo.
El miedo la asfixiaba.
Lo bueno parecía un engaño.
Nunca creyó que merecía amor,
y por eso lo verdadero
terminaba manchado de duda.

Hoy, frente al espejo,
intenta repetirse que vale más.
A veces lo cree,
otras se derrumba.
Su única batalla es con ella misma.

Y un día,
sin aviso,
la vida las cruzó otra vez.
No sabe si fue prueba,
castigo o final.
Solo que, al verla,
todo lo dormido volvió a encenderse.

La razón pedía distancia.
Quedaban cicatrices abiertas.
Pero la ausencia dolía más:
faltaba esa voz,
faltaba esa parte de sí
que solo existía con el recuerdo.

Quizás volvió para probar
que aún había vida.
Que no todo estaba muerto.
Que todavía quedaba en pie
la sombra de una historia no escrita,
de una vida que nunca llegó a ser.

Si el tiempo o el azar
las vuelven a encontrar,
quizás puedan mirarse sin miedo
y abrir lo que cerraron demasiado pronto.

Hasta entonces,
la despedida no es de la memoria,
sino de la esperanza.
Porque lo que se ama nunca muere:
cambia de forma,
se queda en la herida,
respira en silencio.

Y si existiera elección
entre olvidar o seguir sintiendo,
ella elegiría siempre
seguir ardiendo.

lunes, 15 de septiembre de 2025

The Loneliest


No sé si esto fue amor
o un castigo que elegimos con los ojos cerrados.

Te pienso con la boca aún llena de ti,
con las manos que no han dejado de temblar desde la última vez que nos tuvimos.
Te pienso con rabia.
Con deseo.
Con amor.
Con miedo.


Tú eras mi fuga.
Mi herida.
Mi oxígeno entre la asfixia de esta vida que no elegí del todo.
Y yo era tu secreto más sucio.
Ese que sabías que podía matarte…
y aún así, volvías.

Te desnudé como quien se despide del mundo.
Te desvestía como quien reza antes de morir.
Te besaba con rabia, con miedo,
como si supiera que era la última vez.
Y aún así, siempre había una última vez más.

Y cada vez que entrabas en mí,
algo dentro se rompía…
pero no podía soltarlo.
No todavía.

Amarte fue como vivir escondida en una casa en llamas.
Y aún así, me quedaba.
Por ti.
Por nosotros.
Por ese lugar imposible donde no existían los demás.
Donde no existía el juicio, ni el miedo,
ni el apellido de otra persona en tu boca.
Pero después venía la luz.
Y la culpa.
Y tu nombre junto al suyo.
Y el mío pronunciado en otra cama.


No…
no quiero seguir viéndote marcharte cada vez con la espalda tensa
y el corazón partido en dos.


No quiero seguir fingiendo que esto no nos está destruyendo.
Así que hoy, por fin, me voy.


Te dejo.


Antes de que me odies.
Antes de que me olvides en defensa propia.
Antes de que esta historia que nos quema se convierta en ruina.


Sigue tu vida.
Haz lo correcto.
Ama sin esconderte.
Deja que te toquen sin temor a que tiemble el mundo.
Y si alguna noche, cuando nadie te mire,
te encuentras llorando por algo que no puedes nombrar…


no me llames.


No rompas lo que aún se mantiene en pie.
No busques mis manos donde ya no estarán.


Porque ya no estoy.
Ya no puedo estar.

Solo soy el recuerdo del fuego que te quemó cuando más frío tenías.

Y si alguna parte de ti todavía me pertenece,
si alguna parte de ti aún tiembla al recordarme…
guárdalo para siempre.
y no lo digas nunca.


Fui el único lugar donde no tenías que mentir… y por eso mismo,
tuviste que dejarme.


viernes, 9 de diciembre de 2022

Animales nocturnos II.


   No se lo he dicho a nadie, pero en mi cabeza ya me has matado de todas las formas posibles. Tienes fuego en la mirada, y cada vez que me ves siento cómo lo dejas arder sobre mí. Quiero que me descubras, sin defensa, sin miedo. Pensé que mantener mi mente ocupada me salvaría de ti, pero no. El ruido persiste, más fuerte, más cruel, porque tú me pides guerra, y yo estoy dispuesta a luchar. Me declaro traidora ante mi propia conciencia. Estas ganas me vencen. De atarte, de no dejarte escapar de mí, ni de esta hambre que tengo por ti. Tengo un apetito salvaje, y aún no he probado ni la mitad de lo que deseo hacerte.


Por las noches, busco tu cara en la oscuridad, siento tu lengua en mi piel, y tus ganas de jugar. Sé que te gusta. Sé que te pierdes en los laberintos de mi cuerpo, y que quieres más que mi ropa: me quieres entera. Para llenarte. Para perderte. Para rendirte. Quisiera tenerte encima, sentir tu humedad entre mis dedos, probarla en mi boca, saborearte. Me excitas. Escucho mi nombre en tu voz, cómo lo gimes, cómo lo suplicas. Y entonces lo oigo, lo que más me enciende: que soy tuya. Que siempre lo he sido. Ojalá, algún día, la culpa me castigue por dentro, me consuma, me destruya, por todo lo que pienso. Por todo lo que deseo. Por todo lo que quiero hacerte cuando te follo en mi mente.