lunes, 15 de septiembre de 2025

The Loneliest


No sé si esto fue amor
o un castigo que elegimos con los ojos cerrados.

Te pienso con la boca aún llena de ti,
con las manos que no han dejado de temblar desde la última vez que nos tuvimos.
Te pienso con rabia.
Con deseo.
Con amor.
Con miedo.


Tú eras mi fuga.
Mi herida.
Mi oxígeno entre la asfixia de esta vida que no elegí del todo.
Y yo era tu secreto más sucio.
Ese que sabías que podía matarte…
y aún así, volvías.

Te desnudé como quien se despide del mundo.
Te desvestía como quien reza antes de morir.
Te besaba con rabia, con miedo,
como si supiera que era la última vez.
Y aún así, siempre había una última vez más.

Y cada vez que entrabas en mí,
algo dentro se rompía…
pero no podía soltarlo.
No todavía.

Amarte fue como vivir escondida en una casa en llamas.
Y aún así, me quedaba.
Por ti.
Por nosotros.
Por ese lugar imposible donde no existían los demás.
Donde no existía el juicio, ni el miedo,
ni el apellido de otra persona en tu boca.
Pero después venía la luz.
Y la culpa.
Y tu nombre junto al suyo.
Y el mío pronunciado en otra cama.


No…
no quiero seguir viéndote marcharte cada vez con la espalda tensa
y el corazón partido en dos.


No quiero seguir fingiendo que esto no nos está destruyendo.
Así que hoy, por fin, me voy.


Te dejo.


Antes de que me odies.
Antes de que me olvides en defensa propia.
Antes de que esta historia que nos quema se convierta en ruina.


Sigue tu vida.
Haz lo correcto.
Ama sin esconderte.
Deja que te toquen sin temor a que tiemble el mundo.
Y si alguna noche, cuando nadie te mire,
te encuentras llorando por algo que no puedes nombrar…


no me llames.


No rompas lo que aún se mantiene en pie.
No busques mis manos donde ya no estarán.


Porque ya no estoy.
Ya no puedo estar.

Solo soy el recuerdo del fuego que te quemó cuando más frío tenías.

Y si alguna parte de ti todavía me pertenece,
si alguna parte de ti aún tiembla al recordarme…
guárdalo para siempre.
y no lo digas nunca.


Fui el único lugar donde no tenías que mentir… y por eso mismo,
tuviste que dejarme.


viernes, 9 de diciembre de 2022

Animales nocturnos II.


   No se lo he dicho a nadie, pero en mi cabeza ya me has matado de todas las formas posibles. Tienes fuego en la mirada, y cada vez que me ves siento cómo lo dejas arder sobre mí. Quiero que me descubras, sin defensa, sin miedo. Pensé que mantener mi mente ocupada me salvaría de ti, pero no. El ruido persiste, más fuerte, más cruel, porque tú me pides guerra, y yo estoy dispuesta a luchar. Me declaro traidora ante mi propia conciencia. Estas ganas me vencen. De atarte, de no dejarte escapar de mí, ni de esta hambre que tengo por ti. Tengo un apetito salvaje, y aún no he probado ni la mitad de lo que deseo hacerte.


Por las noches, busco tu cara en la oscuridad, siento tu lengua en mi piel, y tus ganas de jugar. Sé que te gusta. Sé que te pierdes en los laberintos de mi cuerpo, y que quieres más que mi ropa: me quieres entera. Para llenarte. Para perderte. Para rendirte. Quisiera tenerte encima, sentir tu humedad entre mis dedos, probarla en mi boca, saborearte. Me excitas. Escucho mi nombre en tu voz, cómo lo gimes, cómo lo suplicas. Y entonces lo oigo, lo que más me enciende: que soy tuya. Que siempre lo he sido. Ojalá, algún día, la culpa me castigue por dentro, me consuma, me destruya, por todo lo que pienso. Por todo lo que deseo. Por todo lo que quiero hacerte cuando te follo en mi mente.

viernes, 24 de diciembre de 2021

Hogar.


Me gusta que me provoques. Me gusta sentir tu saliva inundando mi boca, rendirme a tus pies y dejar que me hagas tuya. Descubrir que, incluso en silencio, somos fuego, y nos volvemos ceniza en los brazos de la otra. Tienes todo lo que nunca busqué y ahora no sé cómo vivir sin ello. Tus besos húmedos, que me sacan sonrisas tontas. Tu lengua, desafiándome a guerra. Tus manos, colándose bajo mi ropa. Tus piernas, enredadas en mi cintura como si no quisieras soltarme jamás. Y me pides otra vez, otro asalto, otra entrega. Gimes justo lo que me derrite, muerdes donde me vuelvo débil, y me arrastras directo a tus trampas. Eres mi reina mora, mi diosa del Olimpo. No puedo, ni quiero, resistirme a ti. No sé cómo frenar a este corazón salvaje, que late torpe cada vez que te siente cerca. En un mundo lleno de máscaras, quiero que seamos dos bichos raros a las que todos miran, pero a las que nadie realmente ve. Sé que eres hogar. Eres el lugar donde vuelvo a encontrarme y perderme, aunque mi naufragio no cese, aunque mi caos no tenga fin. “Como un vicio que me duele, quiero mirarte a los ojos y besarte hasta morir.”

Pequeño gigante de hierro.


Volver a mirar a tu enemigo,
volver a habitar la misma batalla diaria,
volver a respirar en la misma habitación
sin sentirte fuerte,
ni siquiera valiente.

A veces,
simplemente no hay elección.
No hay salida.
Solo queda sostenerte
como puedes.

Te obligan a “sobrevivir”,
como si fuera fácil,
como si bastara con repetirlo.
Ese es el grito que todos repiten,
pero nadie escucha.

Y así pasa otro día gris,
otro en el que finges una sonrisa,
en el que todo "va bien",
aunque ya no sepas mentir.
Empujas tu autoestima al abismo,
te arrastras por dentro,
porque nadie quiere ver
los escombros
que deja el egoísmo ajeno.

Mi grito no se oye.
Se asfixia.
Se retuerce.
Me ahoga.
Me arde.

Todos lo notan,
pero nadie se acerca
a sostenerlo.
Nadie lo abraza.

viernes, 19 de febrero de 2021

Begin again.



Siempre he sabido que,
sí de oveja negra se trata,
mi nombre aparece en el diccionario.
Aparece cargado de automatismos y expectativas
que estoy cansada de asumir día tras día.
 
Estoy agotada de no poder equivocarme,
de no gobernar mi vida por mis decisiones
y mis propios juicios morales
(porque siempre habrá alguien queriendo opinar),
de no poder llorar,
porque las preguntas no me dejan respirar.
Entre esto y otras cosas,
he decidido rendirme.
 
He decidido rendirme
porque no quiero envenenarme más.
Porque ahora lo único que necesito
es que alguien me pregunte cómo me siento,
si soy feliz,
y que me haga preguntas sinceras y relacionadas,
pero que hace mucho tiempo que nadie me hace.
 
Quiero poder mirar a mi pareja
y decirle que todo está bien,
que no siento esa presión en el pecho,
que sólo tengo ojos para este momento,
y no esas ganas de huir de algún lugar
porque no dejo de pensar
en todas las cosas que me pesan en la cabeza.
 
Quizás esto me lo escribo a mí misma,
porque hace tiempo que me abandoné,
que no me he dado el valor que merezco,
y porque olvidé querer a la persona más importante:
a mí.
 
A la que se mira al espejo
y se odia cada día
por haber fingido lo que no es,
 
lo que no quiere ser,
lo que no necesita ahora mismo.
Pero también me admiro,
porque soy tan fuerte que sigo adelante,
sin necesitar medicación
para soportar los golpes, día tras día,
y sin olvidar cómo sonreír.
 
Y entonces, un día,
empiezas a vivir de nuevo.
Te perdonas,
reinicias,
y encuentras paz 
en medio del ruido de la gente.


 

miércoles, 12 de agosto de 2020

Watermelon sugar 🍉


Y sin saber qué hacer conmigo, acabé encontrándote a ti. Encontré en ti esos pequeños momentos de felicidad que sigo coleccionando, como si fueran tesoros; encontré todas esas canciones que ahora nos acompañan, creando videoclips mentales que me hacen sonreír incluso en los días más grises. Al final, siempre consigues arrancarme una sonrisa, por mucho que te cueste. Y eso, precisamente eso, es lo que me tiene enamorada de ti: toda tú, con tu locura desbordada, con esa risa que contagia y ese caos tan parecido al mío. Podría acostumbrarme a ti las veinticuatro horas del día, los trescientos sesenta y cinco días del año. Despertarme y ver tus ojos mirándome como si quisieras quedarte en mí para siempre. Soy tan tuya, tan de ti, que no quiero volver a cambiar de piel. Te digo en broma que a veces imagino un futuro incierto, y ahí estás tú, sonriendo. Será porque así quiero imaginarlo: contigo. Siendo feliz al escuchar tu nombre cada mañana, viéndote prepararme el café antes de salir corriendo al trabajo, sabiendo que después podré llamarte solo para escucharte reír. Me gusta mucho ese futuro en el que nuestra magia sigue intacta. Y es que el tiempo se ha pasado tan deprisa… tantos días, semanas, meses, y ya casi un año desde que te conozco, que no me he dado ni cuenta del paso del calendario. Pero aquí sigo, existo, y estoy para volver a elegirte cada 7 de diciembre. Y no se me olvida lo felices que nos hacemos, porque no hay mejor equipo de rescate que el nuestro. Me has querido tanto, que ni siquiera necesitaste un manual de instrucciones —ese que tanto buscabas sin encontrar—. Con tu intuición, con tu forma de mirar, con tus abrazos que parecen hechos a medida, fuiste encajando cada una de mis piezas. Y lo lograste: me reconstruiste. Resulta que tu sonrisa es el lugar donde todo empieza a sanar.


sábado, 18 de abril de 2020