A veces el dolor no grita.
Se queda ahí,
Se queda ahí,
quieto,
detrás del pecho,
respirando conmigo.
No hay día que no lo sienta,
pero he aprendido a no pelear tanto con él.
Al principio crees que el tiempo lo cura todo…
pero no, no se cura, se acomoda.
Aprendes a vivir con el hueco, como si fuera parte de ti.
Hay mañanas en que me despierto y parece que todo pesa más.
No hay motivo,
no hay aviso.
Solo la tristeza que llega sin permiso.
Y está bien.
Ya no me asusta sentirme mal.
Hay días en que no podré con todo,
pero lo haré lo mejor que pueda.
Porque seguir adelante no significa que deje de doler.
Significa levantarte aun cuando el corazón se niegue.
Significa sonreír un poco, aunque por dentro todo tiemble.
Significa sonreír un poco, aunque por dentro todo tiemble.
Y eso, creo, también es una forma de amor.
Sigo.
Con heridas,
con cansancio,
con esperanza a medias.
Pero sigo.
Porque no sé hacerlo de otra forma.
Porque incluso con el corazón lleno de grietas, todavía late.
Y eso, supongo, también es vivir.