miércoles, 17 de enero de 2018

Ojalá siempre.


Lo que sentimos a veces
es como el eco de una canción.

A mí me gusta cómo Ferreiro lo dice en las suyas.

Habla de ese amor herido,
al que besarías una y otra vez,
ese que te hace saltarte todas las reglas,
aunque te condenen por raro,
por ridículo,
por masoquista.

Mis labios siguen vestidos,
llenitos de promesas que aún podemos mantener vivas.
Porque no sabes cuántas veces
me he partido la boca
corriendo tras un huracán como tú.

Solo por ver esa cara de tonta que se te queda
cuando me sorprendes sonriendo.

Nadie entiende que cada noche
quemo Troya y la reconstruyo en un día,
cuando quiero, entre tus brazos.

Hoy llevabas esa sudadera gris que tanto adoro,
y no sé si la usas por mí…
pero sé que un día te la robaré
y dormiré abrazada a ella,

con ese olor a ti que revolotea mariposas en mi estómago.

Quiero que me hagas tu lugar favorito.
Llévame a hacerme el amor,
despéiname cuando te retuerzas por dentro
mientras recorro cada rincón de tu cuerpo.

Voy a la guerra contigo,
y vuelvo con cicatrices que llevo en la espalda,
marcas de cada espacio que no dejas libre.

Nos miramos,
y el mundo se detiene,
se para y muere.
Qué contradicción tan hermosa,
llena de dudas por resolver.

Pero acepto que, al final,
todas las dudas se desvanecen
cuando nuestro equilibrio depende de una mirada,
esa mirada que Santi Balmes le regala a Iván Ferreiro.

El truco final es cuando…

Vienes, me abrazas…
y me vuelves a convencer.

Ojalá siempre seas tú.